martes, 21 de enero de 2014

Arquíloco




Les regalo unos versos de Arquíloco de Paros (753 - 716 a.C.) autor capital de la poesía yámbica de la Antigua Grecia. De origen humilde, fue hijo bastardo de un noble y una esclava tracia. Fue además un guerrero mercenario que, entre batalla y batalla, escribía poemas. Siempre luchó sin esperar reconocimiento ni honores, sólo una paga.  Salvo en la última batalla de su vida (en defensa de Paros, su ciudad natal, contra los habitantes de Naxos) donde pasó a la inmortalidad.

La queja del mercenario

Me dan dentera
esos oficialillos barbilindos
que se pavonean por el campamento
con sus escudos labrados,
al aire las cabelleras
perfumadas.
Creen saber ya
todos los secretos
del arte militar.
Yo prefiero
mil veces a esos otros camaradas
chaparros, peludos y burdos,
y que recién llegados del surco
no te traicionan
en el campo de batalla.
Con sus piernas velludas
y zambas
siempre acuden si en las refriegas
te ven en apuros.
Esos camaradas,
hediondos a mierda
y a sudor, son para mí
más elegantes y bienolientes
que todos los aristócratas
de Atenas juntos.
Dame, oh Palas
Atenea, memoria
y que recuerde yo el nombre
de aquel agricultor pestilente
que me salvó la vida cuando estaba
un espartano a punto de degollarme.
Prefiero mil veces
a esos soldados chaparros
peludos y burdos,
que recién llegados del surco
no te traicionan en el campo de batalla.
Cada uno de esos compañeros,
con sus piernas cortas y zambas
es, de la cabeza a los pies,
todo corazón.


***

Corazón, corazón de irremediables penas agitado,
¡álzate! Rechaza a los enemigos oponiéndoles
el pecho, y en las emboscadas traidoras sostente
con firmeza. Y ni al vencer demasiado te ufanes,
ni vencido te desplomes a sollozar en casa.
En las alegrías alégrate y en los pesares gime

sin excesos. Advierte el vaivén del destino humano.


Arquíloco, uno de los nuestros.




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