lunes, 23 de junio de 2014

El tímido verborrágico

Escuchar a Horacio Gonzalez es una experiencia placentera. A veces disiento, pero es notable que alguien con un prosa barroca  y una oralidad no menos compleja, sea tan coherente; piensa y habla cotidianamente así,  de un modo oscuro y hermético, como si estuviera leyendo a Hegel, tanto al pedir un café en un bar como al dar una clase académica. 
Esto tiene que ver con un principio constructivo que sostengo y defiendo: el estilo no es un adorno (o no debe serlo), es un conjunto de recursos retóricos para hacer más eficaz la comunicación y la profundidad del tratamiento de un determinado tema. Horacio no cancherea cuando habla difícil o cuando escribe con sus volteretas sintácticas usando un léxico amplio, diverso. Horacio busca la precisión; vemos cómo usa el lenguaje desde su función eminentemente práctica: lo supedita a la intervención en el debate público, con compromiso y honestidad intelectual, buscando los argumentos necesarios y pertinentes aunque eso implique pegar mil vueltas; no hay, por lo demás, erudición jactanciosa, sino sólo un recurso más para perfeccionar la coherencia entre lo que piensa y dice. Alguien me objetará: “pero qué ingenuidad, eso es tan aristotélico”. Yo le respondo: no importa, todavía en Occidente los problemas son los mismos. Con Horacio nos damos cuenta que la erudición no es una colección de citas de alta cultura, es una caja de herramientas siempre lista para interpretar una idea, para relacionar, contextualizar, historizar y poner, lo que sea, en el lugar que le corresponda. En decir, para ver al objeto que se analiza con mayor claridad y distinción. Uy: ahora alguien va a decir que esto es basura moderna, que es excesivamente deudor del método cartesiano. No importa, ya lo dijo Cristina hace poco en la plaza del 25: tenemos que ser un poco más claros. Y Gonzalez, paradójicamente, que es complicado, difícil de entender, en realidad es claro, transparente. No obstante, tal vez debamos acostumbrarnos a que claridad no es sinónimo de simple y fácil, claridad no implica allanar caminos. Con Horacio hay que hacer un esfuerzo.

Hace poco en el programa de radio la Otra, de Oscar Cuervo le hicieron una entrevista muy buena, habló de todo, con esa voz trémula que lo revela tímido como él mismo se caracterizó alguna vez. ¿Por qué es muy buena la entrevista? Porque los entrevistadores le brindan tiempo para que desarrolle sus ideas, para que se explaye.