martes, 5 de agosto de 2014

La viuda de Klose



Klose trabajaba con editores que ganaban 
menos aguinaldos que él
y que el último orejón de la fábrica
de rodamientos de Miroslav, su primo.
A Klose no le importaba, nunca le importó
todo lo demás;
era calvo y redactaba correctas
columnas sobre formidables corruptos.

De la última serie de panfletos
-los manuscritos ergonómicos y filantrópicos-
la viuda de Klose
salvaguarda con desvelo y recelo
el preferido pendrive
cuyo celebre archivo es un texto titulado:
Carta a los honorables concejos deliberantes.

Nada lo separa del instante
en que redactó por ultima vez cada palabra,
como si el teclado de la computadora
estuviera saborizado
como si los dedos sudaran las comas,
menudo laburo
hizo Klose sin caer en regodeos:
la sutileza del desvergonzado que se
sabe de antemano cabezón y payaso.

La viuda de Klose se alista para ir a bailar a un resto bar
aunque le sobran los motivos para verse insultada
por las danzarinas,
tal vez ella
solloce,
tal vez ella
noquee
a su compañera profesora
de lengua
si le hace acordar,
cuando le traiga el trago,
que mientras alguien izaba la bandera
de la Provincia de Buenos Aires
a Klose le vaciaron un cartucho
en la sabiola
creyendo que era
un bloguero independiente.

viernes, 1 de agosto de 2014

La rabia brilla por su anuencia


Sobre Rabia, de Sergio Bizzio. Interzona, 2004.



En el poema titulado Malpaso todavía adentro de un huevo de su padre, de Daniel Durand, se lee: “ya no escribimos de los negros hace rato, porque somos negros los que escribimos”. Bizzio, al parecer, no se enteró. En efecto, la construcción de los personajes es el aspecto más débil de la novela. Los protagonistas son José María y Rosa, albañil y mucama respectivamente: él vive en el conurbano, ella escucha a Cristian Castro, él se declara cumbiero de alma, ella es tan ingenua como una empleada doméstica de las telenovelas de Telefe. ¡Además ven juntos el programa de Chiche Gelblung! José María odia su pueblo natal, aunque nunca se sabe por qué. Tampoco se justifica el enamoramiento adolescente que ocurre entre ellos; tal vez, de acuerdo con la conciencia social del autor, así de simple se enamoran dos adultos pobres: los diálogos en esas primeras escenas, son de una candidez que, para seguir con las comparaciones televisivas, parece el guión de una producción de Polka, con la dirección del peor Campanella costumbrista. Por otra parte, Rosa “no es linda pero tiene un millón de buenas intenciones”; José María es noble y sacrificado, o sea, es pobre pero honrado. Si lo que intenta hacer Bizzio es dejarle en claro al lector qué tipo social está abordando, no se entiende por qué no se esforzó en pensar algunas caracterizaciones más ingeniosas; recurre a una cantidad de lugares comunes que no se puede creer. En definitiva, esto es lo que daremos en llamar como literatura cheta: impostada, incapaz de mimesis y representación socio-lingüística, pero necesariamente progre; en otras palabras, noble y condescendiente con el sujeto obrero. Bizzio es un claro ejemplo de esto último; por momentos trata a los personajes como si fueran ositos de peluche.
No obstante, vale la pena leer el texto por  cuestiones estilísticas. Menciono algunas: los adjetivos, como le encantaba a Pound, se limitan a presentar (tratamiento directo de la cosa y economía de palabras). También son destacables las numerosas subordinadas que estructuran apropiadamente los ritmos narrativos, en una novela breve cuyos personajes nunca se quedan quietos. Por último hay una buena cantidad de imágenes bien concebidas y nítidas que ayudan al lector a no perderse en el escenario-mansión donde transcurren la mayoría de los acontecimientos.