Escuchar a Horacio Gonzalez es una experiencia placentera. A veces disiento, pero es notable que alguien con un prosa barroca y una oralidad
no menos compleja, sea tan coherente; piensa y habla cotidianamente así, de un modo oscuro y hermético, como si estuviera leyendo a Hegel, tanto al pedir un café en un bar como al dar una clase académica.
Esto tiene que ver con un principio
constructivo que sostengo y defiendo: el estilo no es un adorno (o no debe serlo), es un conjunto de recursos retóricos para hacer más eficaz la comunicación y la
profundidad del tratamiento de un determinado tema. Horacio no cancherea
cuando habla difícil o cuando escribe con sus volteretas sintácticas usando un
léxico amplio, diverso. Horacio busca la precisión; vemos cómo usa el lenguaje
desde su función eminentemente práctica: lo supedita a la intervención en el
debate público, con compromiso y honestidad intelectual, buscando los argumentos
necesarios y pertinentes aunque eso implique pegar mil vueltas; no hay, por lo
demás, erudición jactanciosa, sino sólo un recurso más para perfeccionar la coherencia entre lo que piensa y dice. Alguien me objetará: “pero
qué ingenuidad, eso es tan aristotélico”. Yo le respondo: no importa, todavía
en Occidente los problemas son los mismos. Con Horacio nos damos cuenta que la
erudición no es una colección de citas de alta cultura, es una caja de
herramientas siempre lista para interpretar una idea, para relacionar,
contextualizar, historizar y poner, lo que sea, en el lugar que le corresponda. En decir, para
ver al objeto que se analiza con mayor claridad y distinción. Uy: ahora alguien
va a decir que esto es basura moderna, que es excesivamente deudor del método
cartesiano. No importa, ya lo dijo Cristina hace poco en la plaza del 25:
tenemos que ser un poco más claros. Y Gonzalez, paradójicamente, que es complicado, difícil de entender, en realidad es claro, transparente. No obstante, tal vez debamos acostumbrarnos a que claridad
no es sinónimo de simple y fácil, claridad no implica allanar caminos. Con Horacio hay que hacer un esfuerzo.
Hace poco en el
programa de radio la Otra, de Oscar Cuervo le hicieron una entrevista muy buena, habló de todo, con esa voz trémula que lo revela tímido como él mismo se caracterizó alguna vez. ¿Por qué es muy buena la entrevista? Porque los entrevistadores le brindan tiempo para que desarrolle sus ideas, para que se explaye.